Apología a la muerte.
Me marcharé vagamente cuando las sombras de la noche aprehendan cualquier hálito de luz, aquel que dilucidara la amargura que irrumpe como escollo magnificado mis fantasías más intensas.
Caminaré por senderos tortuosos cargados de animadversión en contra de mi carga humana, buscando ser paria y apátrida para arremeter contra el fragor del infierno.
Que no te sorprenda verme aquí sentado esperándote, si te he abrumado de existencia cada noche, cada noche perdiendo la razón.
Intentaré someterme a los peores designios del destino corrompido por mi escabrosa mano masoquista, y serás espectadora de mi decadencia.
Y cuando todos crean verme abatido en el péndulo de la vida, en mis ojos el pasado renegrido explicará el motivo de mi dicha maquiavélica.
Ya enredado por los miedos más intensos y por tu rostro difuminándose a la distancia te entregaré la llave a las puertas del crepúsculo.
La muerte ha llegado para infiltrarse gélida y descarada en este, tu corazón que yace en mis manos aún latiendo.
El dolor será aún más intenso que lo premeditado, y ahora la muerte es una compañera que no alcanzo, viviré para sentir el dolor de tu partida coaccionada.
Enrique Saavedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario