lunes, 18 de julio de 2011

Carta de despedida.


CARTA DE DESPIDADA.

Esta noche en la que te escribo, créeme que me tiemblan las manos de solo pensar lo que puede llegar a ser capaz la voluntad que una vez creí perdida, el decir que te amo ya no me es posible, decir que amo tu recuerdo; es imposible negarlo, describirte las proezas que tu magia logró impulsar en mi; es descabellado, porque nunca te importaron realmente.

Es una noche diferente, ya no tengo sobre la mesa el oprobioso alcohol y las canciones que remembraban algún fugaz momento de felicidad al lado tuyo, es mi voluntad perderte para siempre aunque fuiste fuente casi insaciable de sentimientos encontrados.

Agradecerte solamente sería mezquino, te debo casi toda una vida de pasión y nunca será suficiente con relatar tu figura a la penumbra de un escritorio desordenado, fuiste durante estos años una esperanza distorsionada y engañosa que quise creerme en algún momento.

Incontables fueron las veces que te tome de los brazos; te suplique mirarme a los ojos y que repitas que me quieres, asentías a estas proposiciones, yo te abrazaba y quería creerte, como cuando sentía tu cuerpo crisparme la piel por sobre manera.

Las debilidades terminaron por socavar algún ápice de historia de amor creada tal vez solo por mi apetito de liberarme de la realidad y no por tu simpleza de mujer deidad, excúseme si intento recordar esos momentos, pero es imperativo para explicarle que nunca saldrá de mi cabeza, pero nunca regresará tampoco.

Es una ambigüedad cínica y desmesurada, pero es usted la que me ha usado muchas veces, solo para terminar con la soledad que alguna vez invadió su corazón, es usted la que aplastó el orgullo que alguna vez tan altivamente profesé, y que me costó mucho recobrarlo.

Y tengo que declararle que he sido yo el que jugó con usted en más de una ocasión, no fui completamente usado, yo accedía a sus peticiones descabelladas, para convertir nuestra pequeña burbuja de pasión en una de ficción y así imaginar con usted un poco más de lo que imaginé en su cuarto.

Yo le pongo punto final a esta historia, porque mis atenciones tienen que deslindarse completamente de usted si quiero encontrar la felicidad en un mundo real y no ficcionario, La chica de los cabellos serpenteantes, de movimientos que puedo escrutar hasta en el péndulo del libido, de los ojos noche, de la mirada afinada y de la que el nombre suena melódicamente como la prosa de Flaubert, gracias por dejarme adsorber de tus salivas de amor, pero hoy las líneas de nuestro destino se separaron por completo.

martes, 12 de julio de 2011

Hoy no pude discernir.


HOY no pude

Discernir.

Hoy no sentí la frialdad de tus manos, cuando con reminiscencia cohibida de placeres acariciabas mi rostro.

Hoy no te escuché de júbilo cantando, cuando con sinceridad aplasté mi orgullo al decirte que sin ti soy un desvaído pongo.

Hoy no adsorbí tus salivas de encanto, cuando las sacrificabas en cada beso desvanecido de ternura dejándome absorto.

Hoy no te vi partir por el llano, cuando habías premeditado tu partida y ahora solo escenifico un apesadumbrado escollo.

Hoy no respiré de ti ese sábado, el que prometiste regresar aunque el presente haya remembrado al pasado.

Hoy solo me desgarré el alma, y dejé que el derrotero sentido de la razón entienda lo que mis facultades han olvidado.

E.S.

sábado, 9 de julio de 2011

Apología a la muerte.


Apología a la muerte.


Me marcharé vagamente cuando las sombras de la noche aprehendan cualquier hálito de luz, aquel que dilucidara la amargura que irrumpe como escollo magnificado mis fantasías más intensas.

Caminaré por senderos tortuosos cargados de animadversión en contra de mi carga humana, buscando ser paria y apátrida para arremeter contra el fragor del infierno.

Que no te sorprenda verme aquí sentado esperándote, si te he abrumado de existencia cada noche, cada noche perdiendo la razón.

Intentaré someterme a los peores designios del destino corrompido por mi escabrosa mano masoquista, y serás espectadora de mi decadencia.

Y cuando todos crean verme abatido en el péndulo de la vida, en mis ojos el pasado renegrido explicará el motivo de mi dicha maquiavélica.

Ya enredado por los miedos más intensos y por tu rostro difuminándose a la distancia te entregaré la llave a las puertas del crepúsculo.

La muerte ha llegado para infiltrarse gélida y descarada en este, tu corazón que yace en mis manos aún latiendo.

El dolor será aún más intenso que lo premeditado, y ahora la muerte es una compañera que no alcanzo, viviré para sentir el dolor de tu partida coaccionada.

Enrique Saavedra.