Hay tantas cosas que callé, quizás por miedo, quizás por rebeldía, necesité de ti como se necesita el oxígeno, anhele tu ser desde el primer minuto que deje de tocarlo, superé tu sonrisa inequívoca de pasión, quede absorto ante la realidad, nada es perfecto, ningún cimiento puede soportar la carga del odio, quizás escribo con la misma premisa con la que empece este párrafo, no tengo la más mínima esperanza de que algún día vuelvas a leer algo sobre mi, pero como un utópico y dramaturgo que soy necesito imaginarte diciéndote muchas de las cosas que jamás salieron de mi ser y que quizás nunca pensé decírtelas:
Nunca por más decepcionado que estuve pude odiarte, imagine siempre que; a pesar de las patrañas que se tejían alrededor nuestro, siempre algo de bondad existía en tu corazón, que al final de las cuentas valías más de lo que parecías, que no supe ver en ti ese valor, pero tampoco supiste enseñarmelo.
Que hasta el día de hoy, con la ideología de que; "el amor verdadero solo nace cuando eres joven porque una de las imperativas es amar con locura, con inocencia e incondicionalidad" puedo decirte que fuiste el amor de mi vida, que en mi cobardía te hice pensar que no eras necesaria y que alguna vez estuve más enamorado de otra persona, error que me sirve de lección.
Sigilosamente supe desde el primer momento que no sentías amor por mi, que no nacía de tu corazón una pasión quizás ya vivida, un amor quizás ya había perforado ese corazón, y yo solo fui un clavo de repuesto, también supe que las cosas que buscabas en mi fueron cualquiera menos amor.
Que manipulé gran parte de tus reacciones, siempre supe que harías y como voltearías las cosas, esa frialdad calculadora me hace quizás el ser más despreciable, supe desde un principio como empezaría y quizás como terminaría, hasta que venciste mi juego maquiavélico y me diste en el orgullo derrocando mis planes, te agradezco por eso, ahora ya no me creo tan importante ni tan inteligente, y veo la vida de un lado más humano.
Que te juzgue como el tribunal de máxima sentencia, y aunque tus errores fueron muchos, fueron demasiados mis perdones, acabe con tu orgullo, con tu dignidad y tu felicidad, fue dibujandose una sonrisa de bufón, que por más traspasos que tuviste, no merecidas en tu rostro, debí dejarte y ser feliz, pero me quede allí, allí donde nadie se queda, en medio del camino como piedra, en medio de la puerta como estorbo.
Que aquella noche de pasión, en la que acaricié tu rostro, con el cuerpo sudado, con una lágrima en mis ojos, mirándote desde el mentón hasta las pequeñas sub secuelas de tiempo que se forman al fruncir el entrecejo, y te dije; en esta noche te ofrezco mi corazón, te ruego que no le hagas daño, fue la noche más hermosa de mi vida, porque deposite todo ese miedo en una persona, algo que no haré jamás en mi vida, algo que me sirvió para dejar de pensar en mi y amar a alguien, más alguien que quizás en este momento me odia con toda el alma.
Que a pesar de todo lo acontecido sabes muy bien que tengo un corazón abierto a todo, y puedo perdonar lo más bajó y podrido, y que si regresas yo te aceptare y que si me lo pides te amare, y también sabes que mi orgullo no me permitirá buscarte, sabes tanto como yo, que en el fondo no encontraremos ese desequilibró que hace nuestras vidas excitantes, que quizás ahora es tiempo de buscar un amor más bonito, más tierno, más tranquilo, más incipiente e incoloro, sin pasión sin amarguras, sin sentido.
Que en la vida solo se ama una vez, pero casi siempre ese amor es efímero y se encarcela uno en otro, que no será igual, que te llevara a otro lugar; el de la resignación, que a finales de cuenta es la tranquilidad que uno puede asumir en su vida, te pido así como yo juro desde este momento hacerlo, que cuando uno de los dos haya encontrado ese amor insípido nos deje encarcelarnos en esa prisión de amor terrenal y que por ningún motivo atente con liberarnos.
Aunque suene tácito, la meditabunda madrugada me hace recordarte que no pienso por ningún motivo haber sido yo el amor de tu vida. Que los buenos deseos nunca son mal venidos, y que las maldiciones solo te llevarán al abismo del odio y de la deplores del alma.
Que siempre te amaré.