LA SOMBRA DE BASURO
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En singularidades es cuando realmente se ponen a prueba las generalidades y es acaso en estos momentos cuando los lazos se agrietan y quedan en pie aquellos que son más fuertes que la sangre misma.
Basuro era una singularidad, era más que eso, acaso un perro chusco con manchas de hiena y chúcaro en cada movimiento, su pelaje muy opaco igual que sus ojos, arrastraba la cola y dejaba caer las orejas cada vez que se sentía cohibido o con hambre.
A Basuro lo encontré en unos suburbios a las afueras de la ciudad, afligido por el aciago panorama gris de aquella y del cielo que combinan lujuriosamente para hacerte sentir peor cada día. Manejaba por la defectuosa carretera que parecía abandonada, buscando algo despejado, quizás el cielo, quizás mi mente, cuando después de pasar por aquellas precarias casas desniveladas e improvisadas llenas de moho en sus techos, después de escrutar cada una de ellas tan pobres pero con un cielo tan lindo, pensé en algún momento si priorizaría mi caliente departamento o aquel frio cielo tan celeste y virgen, de repente estaba él parado encima de aquel muladar, de aquel montículo de desperdicios; de basura, apenas un cachorro mirándome a lo lejos, sus orejas caídas y aquella tierna lengua desproporcionada que colgaba de sus mandíbulas, frene el carro y supe que era eso lo que salí a buscar tan anormalmente esa mañana, a pesar de mi figura delgada vestido todo de negro y con unos lentes oscuros que debieron parecerle ojos enormes a Basuro, él nunca huyó de mi, fue como si él también estuviera esperándome, el porqué del nombre Basuro creo que es evidente, pero más que eso, Basuro era la sombra de aquel lugar tan pobre y olvidado, no se me ocurrió mejor nombre que uno que reflejase su procedencia y su aspecto.
Basuro era una singularidad, era más que eso, acaso un perro chusco con manchas de hiena y chúcaro en cada movimiento, su pelaje muy opaco igual que sus ojos, arrastraba la cola y dejaba caer las orejas cada vez que se sentía cohibido o con hambre.
A Basuro lo encontré en unos suburbios a las afueras de la ciudad, afligido por el aciago panorama gris de aquella y del cielo que combinan lujuriosamente para hacerte sentir peor cada día. Manejaba por la defectuosa carretera que parecía abandonada, buscando algo despejado, quizás el cielo, quizás mi mente, cuando después de pasar por aquellas precarias casas desniveladas e improvisadas llenas de moho en sus techos, después de escrutar cada una de ellas tan pobres pero con un cielo tan lindo, pensé en algún momento si priorizaría mi caliente departamento o aquel frio cielo tan celeste y virgen, de repente estaba él parado encima de aquel muladar, de aquel montículo de desperdicios; de basura, apenas un cachorro mirándome a lo lejos, sus orejas caídas y aquella tierna lengua desproporcionada que colgaba de sus mandíbulas, frene el carro y supe que era eso lo que salí a buscar tan anormalmente esa mañana, a pesar de mi figura delgada vestido todo de negro y con unos lentes oscuros que debieron parecerle ojos enormes a Basuro, él nunca huyó de mi, fue como si él también estuviera esperándome, el porqué del nombre Basuro creo que es evidente, pero más que eso, Basuro era la sombra de aquel lugar tan pobre y olvidado, no se me ocurrió mejor nombre que uno que reflejase su procedencia y su aspecto.
A Basuro le encantaba la comida pero sobre todo la libertad, la primera semana que estuvo conmigo arruinó totalmente la puerta de arañazos y mordiscos, así que decidí darle libertad y esperar a su retorno, en el fondo sabia que el siempre regresaría, y así paso casi un año con sus salidas repentinas, a veces regresaba a casa al día siguiente, era como un humano bohemio pero esencial, porque descubrí que viajaba largas distancias solo para reencontrarse con sus hermanos, algo muy extraño en un perro, así que para mí las teorías de que los animales no tienen sentimientos son un disparate, a veces pensé también que presentía cuando tendría visita y quería dejarme solo, fue así como de costumbre salió de un zarpazo y a los pocos minutos llegó Raquel a mi casa con una botella de vino y dispuesta a cocinarme algo, casi no cenamos aquel día pero tuvimos sexo como de costumbre y al día siguiente nuevamente solo esperando la llegada de Basuro, pasaron tres días y ni una pulga de Basuro, decidí buscarlo y terminar con la incertidumbre. (continua)